lunes, 27 de febrero de 2017

Campo de Caravaca, un breve paseo

La idea inicial era subir a Mojantes, el pico más alto de Caravaca de la Cruz, ubicado en la sierra del mismo nombre. Pero el día había amanecido feo: lloviendo y con niebla. En principio no debía suponer ningún inconveniente para la ascensión, ya que la única dificultad parece consistir en el esfuerzo por el desnivel acumulado (más de 600 metros), pero consideramos que iba a ser una lástima perderse las vistas que semejante balcón debe ofrecer a sus conquistadores, así que decidimos aplazarlo (aquí lo contaré cuando se produzca).
Junto a este evocador nogal comenzamos a caminar.
Sinceramente, no nos vino mal, ya que éramos 6 en una casa rural pasando el fin de semana y los excesos del sábado pesaban a las 8:30 h. Así que los 3 valientes redujimos nuestras expectativas a un mero paseo, mucho más a propósito para la ocasión.
Tomamos la C-330 en dirección Puebla de Don Fadrique hasta llegar al Restaurante Casablanca (hoy cerrado), punto de partida de la ruta prevista, y simplemente tomamos un camino sin saber dónde nos llevaría.
Mª Paz y José se aproximan al Campillo de Arriba.
El paseo se inciaba a la espalda del restaurante, por un camino de tierra entre campos de cereales y almendros, al pie de la sierra, que se eleva a nuestra derecha hasta perderse entre la niebla a partir de cierta altura.
A nosotros, en cambio, no nos molesta la bruma; todo lo contrario, es un placer caminar con ese fresco que oscurece todos los colores, dotándolos de un aspecto húmedo muy saludable. Piedras, tierra, brotes, árboles y madera, casas y hasta el asfalto: todo cobra un tono que me resulta especialmente hermoso, sin duda debido a que soy hijo de secano.
El camino de tierra nos aproxima a una aldea solitaria que resulta ser Campillo de Arriba. No vemos un alma, pero se nos unen dos amigos: un perro y un gato. El felino nos acompañará unos cientos de metros, pero al comprobar que nos alejamos definitivamente de las casas decide dar la vuelta. El perro, a quien acabaremos llamando Campillo, parece un niño y no deja de correr y subírsenos para jugar.
Campillo, nuestro improvisado guía.
Hemos salido a la carretera que lleva al caserío del Tartamudo, pero a los pocos metros la hemos abandonado para tomar un camino que sale a la derecha en dirección al monte. Pasamos cerca de las ruinas de un cortijo y acabamos a la entrada de un portón que impide el tráfico de vehículos a motor. Subimos hasta un cartel que nos informa que estamos en un lugar de alimentación de aves necrófagas. Buitres, vamos.
Merodeamos con tranquilidad, subiendo una pequeña cota a las rocas superiores con la esperanza de ver algún buitre posado más o menos cerca, aunque sin mucha esperanza. Campillo, que no ha parado un instante de corretear, aparece por aquí arriba, siempre revoltoso y simpático.
Nada, otra vez será, no se ve una sola ave, grande ni pequeña. Regresamos al collado y, en lugar de volver, avanzamos para descender cayendo hasta el camino de ida, que cogemos antes del Campillo de Arriba.
El Noroeste murciano se torna lúgubre bajo la bruma.
Ya en el coche, lo peor es la despedida: Campillo se ha encariñado con nosotros y nos ha seguido hasta aquí. En estas circunstancias lo único que cabe es arrancar y salir lo más rápido posible para evitar que corra tras nosotros, saliendo a la carretera. Siempre acongoja esta situación (relativamente habitual para el senderista), pero Campillo es prudente y comprende que debemos marcharnos, así que apenas protesta cuando subimos al coche, y ni siquiera se esfuerza en perseguirnos. Nos vamos tranquilos, sabiendo que ya estará de camino a casa.
Como se nos ha encargado comprar pan y vino para la comida, tenemos la excusa perfecta para pegarnos un almuerzo tras las dos horicas de paseo. Entramos a Barranda y recorremos toda la calle principal hasta que llegamos a la plaza frente a la cual se encuentra el Bar El Santo. Si el pasado diciembre el premio al almuerzo del año lo ganó el Bar Mediodía de Bullas (ver aquí), 2017 ha comenzado por todo lo alto: caracoles, michirones, costillas de cordero a la plancha y asadas (cortesía de nuestos vecinos de mesa) acompañadas por un buen tinto pusieron el cierre perfecto a una mañana de insuperable sabor rural.
Vista del Campillo de Arriba desde el collado.
Lo mejor de todo es que ya tenemos lugar donde comer cuando volvamos para conquistar Mojantes. Pronto ha de ser.

FICHA TÉCNICA:
FECHA DE REALIZACIÓN: 19 de enero de 2017.
RECORRIDO: Restaurante Casablanca-Campillo de Arriba-Área de alimentación suplementaria de aves necrófagas (Sierra de Mojantes)-Restaurante Casablanca.
DISTANCIA TOTAL: 6 kms. (aproximadamente).
TIEMPO: 2 horas.
DESNIVEL: 80 m (aproximadamente).
DIFICULTAD: Baja.
DE INTERÉS: Las extensas vistas del campo caravaqueño, aunque reducidas por el día nublado y brumoso; el aire fantasmagórico y solitario de la zona; Campillo de Arriba y sus acogedores habitantes (Campillo y el gato); la mínima incursión en la Sierra de Mojantes.
MÁS INFORMACIÓN: Información sobre la Sierra de Mojantes en torno a su declaración como ZEPA: ZEPA Sierra de Mojantes (pdf).

Infructuosa búsqueda de buitres. Foto de José Carroza.
Campillo, siempre buscando nuestra compañía. Foto de José Carroza.
Vistas desde el collado. Foto de José Carroza.

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